todo el mundo rubio teñido como las piedras de la playa cambiando a conchas de cangrejo.
noventa y un años blancos pomadas naranjas con la crema
cortar cabezas con espadas y verguenza de ir a comprar leche
un cartel entre viento que sin embargo pone abogados, de lo rápido en el cruce
las luces de la calle por la boca, como si pudiera cogerse a los coros de niñatos lejanos
delante de dentadura
el cloro
por cuerdas unidas de cinturones.
bastantes locales seguidos
los discos de oro por dentro, de vender un millón y hiendo sin pagar sin amargarse
metiéndolos en havión de ejército.
al entierro con antifaz
lo que los novios piensan de las novias y al revés,
sentados en el suelo